"Me sobra Esperanza..."

Un madrileño cualquiera.

jueves, 20 de marzo de 2008

Nanci

Uno siempre imagina una situación que ha de llegar. Lo hace de muchas maneras, pero es curioso como cuando llega el momento, la situación vivida no se parece ni en el más mínimo detalle a las visiones que nuestra imaginación nos ha ofrecido. O por lo menos, eso es lo que a mí me suele ocurrir.

Desde que le cambié a Nanci su tristeza por una promesa de regresar a la comunidad, no ha pasado el día en que haya olvidado alguna de las conversaciones o momentos tan especiales que pasamos en aquel agosto del 2005.

Casi tres años después he regresado a Ecuador. No puedo esperar más para volver a Sumac Wasi, para visitar a Nanci.

Se ha hecho tarde, una hora y media nos separa de la Shell, estamos en Baños de Agua Santa. Una hora y media que se hace más corta de lo esperado gracias a un extraña conversación que sufrimos en el autobús con un personaje que dice padecer esquizofrenia.
Una vez en la Shell, empiezo a recordar, algo ha cambiado, todo está más iluminado, un brote de nuevos comercios la ha dado otra vida al pequeño pueblo.
Caminamos hacia la comunidad, cada paso que damos va llenando mi mente de recuerdos, mi ansiedad por llegar se dispara. Una vez cruzado el río Pindo dos mujeres de la comunidad nos preguntan. Parece que ha habido suerte, nuestro destino sigue existiendo, la casa de Nanci, su marido Alzibar y sus cuatro hijos sigue en pie. Caminamos por los barrizales hasta que por fin llegamos. La puerta está entreabierta, se oye música. Es la misma que sonaba hace tres años, la misma música religiosa que utilizaban para agradecer a un tal Jesús la fantástica existencia que los indígenas Kechwas llevan en el Ecuador.
Toco la puerta, nadie me oye. Doy un grito, Alzibar se asoma, todavía no me ha conocido. Se acerca, se emociona y grita mi nombre, nos saludamos, nos hace pasar.
Me mira fijamente, se toca el pelo, deja de mirarme y baja la cabeza. Dice que tiene que darme una noticia, una mala sobre Nanci. Me imagino que Nanci está enferma en la cama y deseo que me lo confirme, pero Nanci no está enferma, simplemente no está. Un año y tres meses después de mi partida Nanci murió en el hospital militar de Quito debido a una cirrosis hepática provocada por una hepatitis que nunca se curó.
No entiendo nada y quiero todas las explicaciones posibles, ¿pero cómo puedo insistir?, hace pocos meses que su marido empezó a asumir su ausencia y no sé como reaccionar. Tengo la sensación de que traigo el recuerdo de su muerte, no puedo pensar en otra cosa, tengo que hacer esfuerzos para escuchar lo que nos cuenta cuando no habla de Nanci...

Y arriba en mi antiguo cuarto, donde estamos invitados a pasar la noche, todo es distinto. Ya no hay ratas, ni tarántulas, ahora hay camas, sillones y altavoces. Todo un magnífico mobiliario para que Alzibar pueda recibir como se merecen a las visitas norteamericanas, pertenecientes a una iglesia evangelista de Florida, que supuestamente le van a subvencionar la construcción de una iglesia pegada a su casa, donde él se convertirá en el lider espiritual. Allí, en medio de ninguna parte. Allí, donde según me contaron una vez, no merece la pena llorar a los muertos ya que dentro de poco nos reuniremos con ellos...Paradojicamente esto nunca hubiera pasado si Nanci siguiera viva, en cambio, su muerte ha impulsado la fe de su marido hasta límites enfermizos.


Así era ella, capaz de no hablar de sus dolores, de ocultar su enfermedad. De criar cuatro hijos de edades consecutivas con tan sólo 30 años. De sentir un increible interés por el mundo, por querer saber y conocer, por ser distinta a las demás mujeres de su entorno, algo tremendamente dificil en sus circunstancias. Capaz de comprenderme y hacerme comprender, a pesar de que pertenecíamos a planetas distintos y como no, de cuidarme como a uno más de sus hijos durante mi estancia.

A la mañana siguiente traté de buscar el recuerdo de Nanci, lo encontré en las lágrimas y en los abrazos de su madre y de sus hermanas. Ellas sabían que yo volvería, Nanci no se cansaba de repetirlo, sabían que el motivo de mi visita sería volver a encontrarme con ella.
Esta vez volví, pero tarde.