"Me sobra Esperanza..."

Un madrileño cualquiera.

martes, 25 de marzo de 2008

Relatos cortos - El Rey -

Se despertó sorprendido, pero sin tiempo para saber porqué, en seguida, comenzó a sentirse ansioso. Le tocaba asumir el papel de Rey, resultaba paradójico como el comité mantenía una chispa de relación con la realidad en forma de angustioso vocabulario. Una realidad que se había tornado sombría, gris y sobre todo, minoritaria.
Una verdad a 820 pies bajo tierra, con 37 caras distintas, 14 hombres y 23 mujeres.
Ya habían pasado por el juez, el conserje, el gobernador, y ahora le tocaba el turno al Rey.
El Rey elegiría, por decisión propia, el futuro de dos de los compañeros habitantes del bunker. El cálculo de oxígeno durante la noche anterior, había dado como resultado, superpoblación y no quedó más remedio que seleccionar a un Rey absolutista, encargado de expulsar a dos de sus súbditos. En cualquier otra condición, este rol hubiera supuesto una especie de agradable notoriedad, en el dominio de un bunker, era una hecatombe.

Sólo habían transcurrido dos semanas desde la que llamaban la gran explosión y todo el mundo parecía apto, e incluso necesario, para el funcionamiento del bunker.

El Rey no podía huir de la más roñosa de las naturalezas humanas, dar rienda suelta al egoísmo materialista que llevaba dentro.
Comenzó, poco antes de llegar a la primera conclusión, a sentir ganas de vomitar. Sara, una mujer de unos 45 años, carente de atractivo, sin apenas habilidades sociales y muy lejos ya de la edad de procrear, sería la primera seleccionada.
La segunda elección se presentaba más complicada y su razonamiento debería rebajarse aún más. Golpeaba la mesa sin cesar y expulsaba un profundo asco hacia la vida y todas sus facetas en forma de hediondos gases que apestaban la habitación.
Intentaba consolarse pensando que quizás, en la superficie, había alguna esperanza de supervivencia, pero el auto-engaño le esquivaba y se chocaba de bruces con dos condenas a muerte. Dos decisiones que le punzaban la cabeza en forma de cavilaciones afiladas.

La rabia y la angustia se tornaban en náuseas, las pulsaciones se le disparaban y empujaban el tiempo en fast forward. Se levantaba de la silla una y otra vez, se maldecía, blasfemaba toda su existencia mientras se arrancaba, de manera inconsciente, mechones de pelo. La situación se hacía insoportable, no estaba preparado para tomar una decisión así, se lamentaba, en un 80% de su genética, en un 20% de haber recibido una correcta educación…su temperatura corporal iba en aumento, los pensamientos se desbocaban, el Rey estaba fuera de sí. Comenzó a no controlar su cuerpo, sus movimientos se hacían imprecisos y el estrés, insoportable para sus arterias. Cayó, se desplomó en medio de un grito mientras agarraba con furia el papel con el nombre escrito.
Uno de los habitantes entró en la habitación alarmado por el grito, la decisión ya estaba tomada, el Rey había muerto.

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